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Festividad navideña (página 2)




Enviado por jorgemarin1



Partes: 1, 2, 3

En distintos países, toma un nombre diferente:
Krisna y Buda en India, Mitra
en Persia, Horus en Egipto, Apolo
en Grecia,
Bochica entre los Chibchas de Colombia,
Kulkuká entre los Mayas,
Quetzocoalt entre los Aztecas y
Wiracocha entre los Incas. Se
consideran que estos dioses descendieron al Hades (infierno) y
regresaron otra vez llenos de vigor, del mismo modo que lo hace
la Naturaleza con
su renovación periódica de los ciclos estacionales
anuales.

Para las diversas costumbres, la Navidad ha representado
el advenimiento de un acontecimiento cósmico por
excelencia, cuyo hecho más trascendente radicaba en
garantizar la supervivencia del hombre pagano
o campesino, del
renacimiento
anual de la divinidad salvadora, encarnado en el mito milenario
por excelencia.

El arraigo a este culto no pudo ser desterrado, ya que
en cada celebración participaban los cristianos. A pesar
de que los Evangelios no establecía esa fecha como la del
nacimiento del maestro Jesús, la Iglesia, en un
principio, no lo celebraba.

Durante los siglos siguientes, al comenzar a aflorar el
deseo de celebrar el natalicio de Jesús de una forma clara
y diferenciada, algunos teólogos, basándose en los
textos de los Evangelios, propusieron datarlo en fechas tan
dispares como el 6 y 10 de enero, el 25 de marzo, el 15 y 20 de
abril, el 20 y 25 de mayo, y algunas otras. Pero el Papa
Fabián (236-250) decidió terminar con tanta
especulación y calificó de sacrílegos a
quienes intentaron determinar la fecha del nacimiento del
Nazareno. La Iglesia Católica de Armenia fijo su
nacimiento el 6 de enero, mientras otras iglesias orientales
egipcias, griegas y etíopes propusieron fijar el natalicio
en el día 8 de enero.

A raíz de este acontecimiento, por
disposición del Papa Julio i, en el siglo iv,
concertó que la Navidad comenzara el 25 de diciembre y
culminara el 6 de enero con la fiesta de
Epifanía.

Los motivos para la innovación están declarados con
gran franqueza por un escritor sirio cristiano: ‘La
razón de que los Padres transfieran la
celebración del 6 de enero al 25 de diciembre fue
ésta: era costumbre de los paganos celebrar en el mismo
día 24 de diciembre el nacimiento del sol, haciendo
luminarias como símbolo de la festividad. En estas
fiestas y solemnidades, tomaban parte también los
cristianos. Por esto, cuando los doctores de la Iglesia se
dieron cuenta de que los cristianos tenían
inclinación a esta fiesta, se consultaron y resolvieron
que la verdadera Navidad debería solemnizarse en ese
mismo día, y la fiesta de la Epifanía en el 6 de
enero’. Por esa razón y continuando la costumbre,
se siguen encendiendo luminarias hasta el día 6
[…] Parece ser, pues, que la Iglesia Cristiana
eligió la celebración del nacimiento de su
fundador el día 25 de diciembre con el objeto de
transferir la devoción de los gentiles del
sol al que fue llamado después Sol de la Rectitud
(Frazer, 1996: 414).

A partir de entonces, la Cristiandad celebra el
nacimiento de Jesús de Nazaret.

En un principio, la festividad de la Navidad tuvo un
carácter humilde y campesino, pero a
partir del siglo viii comenzó a celebrarse con la pompa
litúrgica que ha llegado hasta hoy, creando
progresivamente la iluminación y decoración de los
templos, los cantos, lecturas, misterios y escenas piadosas que
dieron lugar a representaciones al aire libre del
nacimiento del portal de Belén (Rodríguez, 1997:
20-21).

EL PORTAL DE
BELÉN

Aunque la tradición haya marcado que
el nacimiento se produjo en el primer año de la era
cristiana, lo cierto es que no se puede fijar con exactitud su
fecha, al igual que el lugar geográfico donde se
produjo.

Existen dos antecedentes biográficos en la
Biblia, el de San Mateo y San Lucas, que situaron dos lugares
geográficos diferentes entre sí: Belén
(Judea) y Nazaret (Galilea) respectivamente.

El lugar de nacimiento sigue siendo, para los expertos,
muy discutido. "Tanto Marcos (Mc 1,9) como Juan (Jn 1,45)
señalaron rotundamente que Jesús era oriundo de
Nazaret (Galilea) y no de Belén (Judea) y Lucas (Lc 2,4)
situó a José y María viviendo en Nazaret
antes del parto"
(Rodríguez, 1997: 27-28) .

Para la mayoría, situar en Belén su
nacimiento, cuestión remarcada por Mateo, se
justificaría, no porque fuese un hecho cierto, sino para
poder forzar el cumplimento de las profecías, a fin de
otorgar a Jesús la descendencia davídica (Hijo de
David) y validar el mesianismo que le adjudicaron sus
seguidores.

Precisamente, la Iglesia en el siglo iv fijó el
natalicio de Jesús en el año 6 antes de nuestra era
y concertó que el lugar geográfico fuera
Belén.

-II-

LAS CELEBRACIONES

Existen distintas celebraciones que comprenden una serie
de acontecimientos importantes, entremezclados con matices
paganos y religiosos: Noche Buena, Día de los Santos
Inocentes, Noche Vieja, Año Nuevo y Día de Reyes
(Epifanía).

NOCHE
BUENA

La Noche Buena (Noche Santa) comienza a la caída
del sol del día 24 de diciembre. Los fieles cristianos se
preparan para ver en el cielo la luminaria estrella y, a las
doce, celebran el nacimiento de Jesús de Nazaret, el
Salvador, con cantos y villancicos, tanto en los actos
públicos como en la celebración Misa de Gallo. Se
entremezcla con esta celebración, la llegada de
Papá Noel que trae obsequios a los niños, y los
disparos de fuegos de artificio.

DÍA DE LOS
SANTOS INOCENTES

La cristiandad recuerda el 28 de diciembre como el
Día de los Santos Inocentes. Es un hecho que tuvo como
protagonista a Herodes, quien, por venganza, mandó a
ejecutar todos los niños recién nacidos, porque los
Magos le anunciaron la llegada del Salvador, y quedaron en
regresar para informarle el lugar, pero éstos
huyeron.

Si bien este hecho histórico no puede precisarse
con exactitud, la fecha no es coincidente, dadas las
contradicciones de los relatos bíblicos, y el tiempo que
tardaron los Reyes Magos –12 días, según la
tradición– para encontrar el pesebre.

En Mateo (2,13-18), se recrea este episodio que es
relatado como un suceso mítico que procede de Oriente, tal
vez de la India, aunque el evangelio lo sitúa en Egipto
(Año 9 dc).

Parece obvio, por tanto, que la leyenda de la
"persecución y huida" existía ya previamente en
la mítica pagana y que estaba asociada al destino
triunfante de grandes personajes; pero queda por tratar un
argumento de peso para los creyentes, eso es que dos profetas,
Oseas y Jeremías, habían anunciado este suceso.
De hecho, si repasamos el texto de
Mateo (Mt 2,13-18), encontraremos que la verdad del relato se
basa en que viene a dar cumplimiento a lo dicho en Os 11,1 y en
Jer 31,15, una presunción que carece de fundamento
(Rodríguez, 1997: 67).

De esta manera, la narración mítica
demuestra una vez más

el ciclo estacional de la Naturaleza. El perseguidor,
siempre viejo, terrible y hostil, es la representación
del invierno, que pretende eternizarse para siempre. El
perseguido, recién nacido, es el sol
–en su solsticio hiemal– que promete crecer hacia
la primavera, llenando de dones, esperanza y posibilidad de
supervivencia a la humanidad. Un año tras otro, el
Niño Sol vence al Viejo Invierno desbaratando sus negros
propósitos. Esto es la Navidad (Rodríguez, 1997:
68).

Esta celebración tiene, además, otras
connotaciones paganas. En este día, se organizan distintas
bromas a los amigos o vecinos despistados. Cuando la broma
concluye se expresa a viva voz: "¡Qué la inocencia
te valga!" Es un deseo de buen augurio, porque la víctima
de la broma aún conserva la calidez infantil.

NOCHE
VIEJA

La Noche Vieja –para nosotros "Vísperas de
Año Nuevo"– era una celebración consideraba
como la "noche de los oráculos". Una antigua
tradición señala que echando unas gotas de plomo
fundido en el agua, las
solteras podían descubrir la profesión y el nombre
del futuro pretendiente; también si arrojaban un zapato
por el aire podían saber la dirección en que llegaría. Una
tradición reciente se entremezcla con esta
celebración, la de "las doce uvas de la
suerte".

AÑO
NUEVO

El Año Nuevo tiene como antecedente
histórico la creencia, desde los tiempos míticos,
de que cada año se reclama

una reparación, una renovación y una
reafirmación periódicas […] En
ocasión del nuevo año, los inmortales son
considerados como sí estuvieran de nuevo sobre la tierra
[…] Simbólicamente, pues, el mundo comienza cada
año: los inmortales lo hacen estable, sano, rico,
santificado, tal como era en el comienzo de los tiempos. En
ocasión de la fiesta del año nuevo, se reitera el
paso del caos al cosmos, se repite en el presente la
cosmogonía […] Se trata de una costumbre
análoga con la de ‘fijación de las
suertes’ del nuevo año babilónico, que se
transmite hasta nuestro tiempo en las ceremonias del Día
del Año. [Cada año nuevo se] repite siempre el
acto cosmogónico por lo que los ‘doce
días’ que separan Navidad de la Epifanía,
se consideran todavía en la actualidad como una
prefiguración de los doce meses del año (Eliade,
1991: 191-192).

Para la tradición cristiana, el
Año Nuevo es el día de la Circuncisión de
Jesús, y la Solemnidad de María, Madre de
Dios,
y los doce días que abarca la Navidad se
considera el tiempo en que tardaron los Reyes Magos para
encontrar el pesebre. En el Año 2000, se
añadió la celebración del nuevo siglo y el
nuevo milenio.

DÍA DE REYES
(EPIFANÍA)

El Día de Reyes (Epifanía) es una
celebración que el cristianismo había adoptado
desde el siglo ii y que aún continúa vigente. Las
primeras celebraciones eran de carácter formal, porque
coincidía con el natalicio de Jesús, en el que
también se celebra su bautismo y su primer milagro. Los
Reyes Magos, para la concepción Cristiana, son
considerados santos.

A partir del siglo xviii, esta fecha toma
carácter infantil, cuya finalidad fue la de competir con
la establecida tradición de San Nicolás.

Los Reyes Magos no trajeron juguetes hasta
mediados del siglo xix sino que, con anterioridad, sus regalos
consistían en elementos para la vida cotidiana: alimentos, ropa,
calzados, etcétera.

La tradición mantenida hasta el presente consiste
en que los niños pongan sus zapatos limpios en la puerta
de entrada o ventanas, con una cartita, y se les provea a los
camellos de pasto y agua. En
agradecimiento, los Reyes Magos depositan sus obsequios. Si no
pueden cumplir con el pedido, le dejan otra nota muy tierna: "Los
Reyes Magos son pobres, pero te dejamos otro regalito que te va a
encantar".

En la actualidad, los Reyes Magos traen juguetes y
golosinas a todos los niños, y se organizan festivales de
los más diversos, con características muy
particulares: los Reyes Magos no sólo vienen en camellos,
sino también a caballo, en moto o lancha, según la
zona a la que arriban.

También en distintos países, se tiene por
costumbre que los niños, munidos de alcancías,
pidan su aguinaldo a las personas adultas: "Me da mis Santos
Reyes", es la consigna.

-III-

RITOS SOCIALES

Una serie de ritos sociales se practican en estas
celebraciones; algunos se remontan a las antiguas costumbres
paganas, pero ahora están camufladas con un
carácter simbólico cristiano.

LOS
REGALOS

Hacer regalos es una costumbre, heredada del
neolítico, que tenía ciertos matices singulares en
las fiestas del culto solsticial. Cada regalo era ofrecido a
cambio de
otro. Si no se cumplía el intercambio, la persona que lo
recibía podía tener malos augurios.

En un principio, la Iglesia se había opuesto
pero, al no pudo desterrar esta costumbre, fue reemplazada por la
que existía en Roma el
día primero del año llamada estrenas. Al
principio, simbolizaba que era el niño Jesús quien
ofrecía los regalos y, más adelante, serían
los Reyes Magos quienes distribuyeran los dones y, como tal,
debían nacer del corazón,
dádivas generosas sin pedir nada a cambio.

En la actualidad, el intercambio de obsequios estrecha
lazos afectivos entre familiares y amigos.

FUEGOS DE
ARTIFICIO

Otra de las costumbres más generalizadas en esta
celebración consiste en disparar fuegos de artificio,
sonar campanas, sirenas, disparos de escopetas y
gritos.

El origen de celebrar con disparos de fuegos de
artificio y mucho ruido data de
una antigua tradición china que
simboliza "la magia imitativa que asegura la provisión de
luz y calor del sol
y su finalidad es la de ser purificadora, ya que logra la
destrucción de las fuerzas del mal" (Cirlot, 1992:
210).

También se debe destacar que los artefactos
pirotécnicos fueron inventados a partir de una observación muy particular, como el caso de
los cracker, que aun hoy se comercializa en los
países de Europa, tal como
su inventor Tom Smith lo creara en 1840.

Smith conocía la costumbre china de incluir en
los caramelos algunas frases. A partir de allí, surgen los
bombones pasando a ser una golosina por excelencia. Del
bombón tradicional pasó al cracker. Tom Smith, por
un accidente casero que provocó la estampida de un madero,
se le ocurrió hacer los primeros bombones con estampidos,
los cuales llamó cosaques pero, a comienzos de
1880, fue suplantado por el nombre más común de
cracker.

Debido a que esta costumbre está fuertemente
arraigada en la cultura popular, es casi imposible que pueda ser
prohibida, a pesar de los accidentes que
provoca el mal uso de la pirotecnia. En la actualidad, la
comercialización de estos elementos hace
previsible un control,
principalmente, por las fuerzas militares, para que sean menos
riesgosos e, incluso, inofensivos.

LA MESA
FESTIVA

La mesa de Navidad y Año Nuevo, por lo general,
se convierte en un lugar donde se come y se bebe con desmesura.
En tal sentido, se retoma la antigua tradición pagana de
"saturliana", festividad que se celebraba del 17 al 24 de
diciembre en honor de Saturno, el dios de la agricultura.
Durante la saturliana, se suprimían las diferencias
sociales y todos los habitantes del imperio romano se
consideraban iguales. Se llevaban a cabo todo tipo de diversiones
populares, loterías y juegos de
azar. Con cantos y mucha alegría, la gente se libera
momentáneamente de una rígida estructura
social, y con la ayuda del alcohol,
lograban confundir sus roles.

En la actualidad, tanto en Nochebuena como en la
Víspera del Año Nuevo, sirven de excusas para que
las familias se reúnan en torno a la mesa,
incluidos aquellos miembros que apenas se relacionan entre
sí o los que viven en lugares alejados. Se preparan
suculentos platos para celebrarse a sí mismos. En la
sociedad secularizada de nuestros días, la alegría
por la familia
unida es el pretexto, quedando eclipsada el verdadero origen de
este rito familiar: el nacimiento del "niño
divino".

Este panorama festivo se le suma modernos menús,
ajenos al espíritu de conmemoración, incluso en
cada país se han reemplazado algunos platos tradicionales
por otros, cuya preparación culinaria es diferente y
matizada con distintos trucos locales.

Como comidas típicas se consideran a las nueces,
jamón cocido, el budín de Navidad (potaje de
maíz,
ciruelas y carnes), el pavo como plato central, el pastel de
Navidad (carne picada, frutas y especies), el pan dulce que
llevan ingredientes con muchas calorías, además de
la torta de Navidad o duodécima torta, cuya
elaboración consiste en preparar una mezcla con frutas,
especies y azúcar
que es decorada con estrellas, flores, coronas,
etcétera.

Dentro de la amplia gama de comidas se encuentran una
variante de golosinas típicamente estacionales. El origen
de estos productos se
encuentran ligados al significado del trigo y otros granos, que
tiene una importancia capital para
la supervivencia humana. Desde épocas paganas, se
tomó como el regalo más preciado de los dioses,
simbolizado en el don de la vida y la inmortalidad, "el ciclo
eterno de la fertilidad representado por el ciclo
biológico del trigo: grano, siembra, vida, cosecha,
muerte, grano y vuelta a empezar" (Rodríguez, 1997:
218).

Por ello, este acto ritual se sigue repitiendo con el
agrado de elementos típicos: todas las formas de pan,
roscas de reyes, garrapiñadas, turrones, entre otras. Los
símbolos que encierran estos banquetes se
remontan a las antiguas costumbres, que luego pasaron al
cristianismo.

El "budín de Navidad" y el "pan dulce"
provenía de la antigua creencia de que los habitantes de
un lugar podían conservarlo, no sólo como alimento,
sino que los protegía de muchos males. Con la posterior
cristianización, los panes eran llevados a la Iglesia para
su bendición. Después de la consagración,
cada miembro de la familia
comía un trozo y el resto lo guardaba para dárselos
a personas o animales
enfermos.

El "roscón de Reyes" es una variante de la "rosca
de Navidad". Antiguamente, cada rosca contenía la figura
de un hada. Las hadas representaban un símbolo muy
peculiar, relacionada con la muerte, y la prosperidad
provenía de ella (cielo, muerte/renacimiento), siendo un
amuleto protector de desgracias.

En el día de Reyes, final del ciclo de
celebraciones navideñas –que incluían el
culto a los antepasados muertos en las tradiciones
precristianas y que, en suma, conmemoran el eterno renacimiento
de la vida en el tránsito desde el invierno a la
primavera–, el hada oculta en el roscón adquiere
mucho sentido, dando a este dulce el carácter de "pastel
de la suerte" por propiciar la fortuna de quien se encuentra la
semilla leguminosa en su parte del bollo (Rodríguez,
1997: 221).

Las bebidas tradicionales son el champagne, la sidra,
una variedad de vinos y el ponche caliente que es una mezcla de
azúcar, agua caliente, zumo de limón, especias,
brandy y ron.

El brindis es otra tradición infaltable. Se lo
puede asociar con la antigua tradición celebrada en honor
al dios Baco, quien argumentaba:

La sedienta tierra se
empapa de lluvia, bebe y se alampa para beber más. Las
plantas
chupan de la tierra y bebiendo sin vado se mantienen verdes y
gentiles. El mismo mar […] se bebe dos veces mil
ríos tan caudalosos que desbordan su vaso. El afanoso
sol –como presumo por su rostro de borracho– se
bebe el mar. Luego, luna y estrella se beben al sol, y al
tiempo que beben, danzan su propia luz y están de fiesta
toda la noche. Nada en natura es sobrio. Es un brindis
inacabable que va a la redonda, de uno a otro ser
(Frías, 1987-b: 87-88).

A finales del siglo xviii, el brindis comenzó a
adquirir solemnidad, constituyéndose en el ritual de todos
los banquetes y celebraciones. En Navidad, época de buenos
deseos, el champagne o cava es la bebida festiva por
excelencia.

Otra costumbre proveniente de España,
nacida en el primer tercio del siglo xx, en el ritual central de
la Noche Vieja, es la conocida como las "doce uvas de la suerte",
que se invita a comer una por cada repique, con el preludio de
besos, abrazos y deseos de felicidad para el año que se
inicia. Si bien, muchos afirman que es una costumbre
española, otros italiana, lo cierto es que relaciona con
una antigua tradición judía, en la que se
obsequiaban a los invitados tantas piezas de fruta de la propia
cosecha como las horas que habían pasado juntos. Luego se
la asoció con la Noche Vieja.

LA
DECORACIÓN

La decoración de las casas y todo paseo publico
posee características rituales. Los adornos con coronas de
muérdago o pino, campanitas, medias, velas y guirnaldas
recreaban el ritual solsticial que tenía por objeto el
"agradecer el regreso del sol, la otra gran fuente de calor. Se
consideraba prudente hacer algo para agradar al dios Sol y
asegurar así su regreso el año venidero […]"
(Morris, 1993: 41). En esencia, simbolizaba la perduración
de la primavera.

A pesar de que la Iglesia se opuso desde el principio a
este ritual pagano, luego fue adoptado como parte de la
celebración, incorporando distintos elementos como los
ángeles e imágenes
de los Santos.

La Corona de Adviento es un símbolo especial
compuesto por una corona siempre de color verde con 4
velas: 3 moradas y una rosada.

Las piñas es un elemento por excelencia, ya que
simboliza la inmortalidad de la vida vegetal y animal, representa
el cíclico y eterno retorno de la Naturaleza, y expresa la
eclosión de la vida primaveral y la posibilidad del
retorno. También las piñas representan un canto de
esperanza, en cada uno de los acontecimientos, o también,
si es creyente, el que se espera tras la muerte.

La planta de muérdago es el heraldo que anuncia
al espíritu de la Navidad. Los ramilletes de
muérdago, en forma de coronas, se cuelgan en los marcos de
las puertas y ventanas de las casas para la buena suerte. Una
antigua tradición señala que si una muchacha
soltera recibe un beso debajo del muérdago, al año
siguiente se casará; si es casada, quedará
embarazada. También se lo asocia con antiguos rituales
paganos, siendo la planta elegida por excelencia. A pesar de que
existen escasas leyendas
cristianas para evangelizar el simbolismo pagano del
muérdago, la planta siguió asociada a los
ancestrales poderes mágicos y a la protección,
prosperidad y buena suerte.

Se quiso cambiar la antigua tradición del
muérdago, porque era considerado como portador de
supersticiones y reemplazarlo por el acebo, al que se le
confirió el carácter de "ramo de la suerte"; pero
esta función es
relativamente reciente y carece de base simbólica
tradicional que la sostenga. La Iglesia prohibió la
presencia de los muérdagos en los hogares, aduciendo que
era una costumbre bárbara e idólatra, quiso
sustituir su presencia con el acebo, ya que según su punto
de vista "las hojas del acebo recuerdan las espinas de la corona
de Cristo y sus bayas rojas simbolizan la sangre derramada
durante su pasión" (Rodríguez, 1997: 157). A pesar
de que muchos cristianos han adoptado al acebo, el
muérdago sigue siendo irremplazable.

Con un signo premonitorio de los nuevos tiempos que
nos tocaría vivir, la impostura triunfó y
conquistó la Navidad. Por eso, hoy, muchos adjudican al
acebo una cualidad de buen augurio que por derecho sólo
le corresponde al muérdago. Aunque, de todos modos, si
la Navidad debe movernos a compartir lo que se tiene con los
menos afortunados, el muérdago nos da un ejemplo
maravilloso de generosidad al hacer partícipe de su
espléndido y mágico halo al acebo, su más
directo competidor (Rodríguez, 197: 161).

Los símbolos de los colores son
diversos, pero se pueden asociar a este ciclo invernal: el color
verde representa a la naturaleza, a la vida que aporta su
presencia, por eso se lo considera como el símbolo de la
esperanza. El amarillo es el color del sol, del oreo y de las
espigas maduras del trigo, símbolos poderosos que por
excelencia, aseguran prosperidad y felicidad. El rojo, color del
fuego y de la sangre, está íntimamente ligado a la
vida y también está asociado a una expresión
del amor divino,
con la generosidad sin límites.
El color blanco es extremo opuesto del negro aunque ambos
representen al absoluto. El blanco significa pureza, inocencia,
virtud, fe e iluminación. El azul, frío, distante y
vacío se encuentra representando el límite del
"otro lado", por eso simboliza el cielo con sus
hierogamias.

En la actualidad, la industria del
plástico
si bien ha puesto al alcance de todos estos elementos, en algunos
casos, ha desvirtuado la tradición por la
adquisición de objetos utilitarios, con fines
decorativos.

TARJETA
NAVIDEÑA

Es habitual que se envíe una tarjeta de
felicitación para las fiestas. Esta costumbre se
originó en las escuelas inglesas, donde se pedía a
los estudiantes que escribieran algo que tuviera que ver con la
temporada navideña, antes de salir de vacaciones de
invierno y lo enviaran por correo a su casa, con la finalidad de
que sus padres recibieran un mensaje de Navidad.

Fue en 1843, en Inglaterra,
cuando W. E. Dobson y Sir Henry Cole hicieron las primeras
tarjetas de
Navidad impresas, que tuvo una tirada de 1.000 ejemplares, con la
única intención de promocionar las obras de
arte que
representaban al Nacimiento de Jesús, acompañada de
una frase donde se expresaba felicidad y prosperidad.

En 1860, Thomas Nast, creador de la imagen de Santa
Claus, organizó la primera venta masiva de
tarjetas de Navidad en las que aparecía también
impresa la frase "Feliz Navidad".

Esta práctica se difundió por todo el
mundo, y hoy se pueden adquirir tarjetas sencillas, dobles, con
filigranas, brillantinas e incluso musicales.

NAVIDAD
BLANCA

Otra característica la remarca la presencia de la
Navidad Blanca, que se refleja en la mayoría de las
tarjetas y, en general, en todos los productos navideños
que contienen paisajes invernales, con mucha nieve.

Esta circunstancia es recreada gracias a la influencia
literaria ejercida por la obra Canción de Navidad,
de Charles Dickens, publicada en 1843. El escritor inglés
recordaba que las Navidades de su infancia
siempre fueron nevadas, las que volcó en su libro y, muy
pronto, se hizo tan famoso que la imagen de la Navidad Blanca se
tomó como típica. Se popularizó, aún
más, cuando en 1943, Hollywood produjo una película
protagonizada por Bing Crosby y Fred Astaire, cuyo tema central:
Navidad Blanca ganara un Oscar de la Academia.

EL ARBOLITO
NAVIDEÑO

En todas los lugares, la presencia del arbolito de
Navidad es infaltable. Su origen se remonta a las antiguas
creencias de los germanos que adoraban al roble. Creían
que el mundo y todos los astros estaban sostenidos pendiendo de
las ramas de un árbol gigantesco llamado el "divino
Idrasil" o el "dios Odín", al que le rendían culto
cada año y se lo decoraba. Tenían como creencia que
cuando un árbol perdía su follaje, era porque los
espíritus los habían abandonado. Por ello, se lo
adornaba con papeles, frutas, trozos de vidrio, y
antorchas que representaban a las estrellas, la luna y el sol
para que los espíritus retornaran en la época
primaveral. En torno al árbol, cantaban y danzaban
adorando a su dios.

Con la posterior cristianización, el roble fue
reemplazado por el abeto, ya que al tener forma de
triángulo personificaba a la Santísima Trinidad,
con Dios Padre en la cima, Dios Hijo y Dios Espíritu
Santo ocupando los extremos inferiores. Según la
leyenda, San
Bonifacio
, evangelizador de Alemania,
derribó el árbol que representaba al dios
Odín, y en el mismo lugar plantó un pino,
símbolo del amor perenne de Dios y lo adornó con
manzanas y velas, dándole un simbolismo cristiano: las
manzanas representaban las tentaciones, el pecado original y los
pecados de los hombres; las velas representaban a Cristo como
Salvador. Esta costumbre se difundió por toda Europa en la
Edad Media, y
con las conquistas y migraciones, llegó a América.

Con el perfeccionamiento de las técnicas
industriales, se comenzó la fabricación de todo
tipo de ornamentos, incluso de material plástico.
También se lo decora con adornos en forma de bolitas, que
en un principio fueron de vidrio. Esta costumbre tiene su origen
en Bohenia, Alemania, hace más de doscientos años.
Los "sopladores de vidrio" se entretenían realizando
competencias
para hacer la bola más grande y, entre juego y juego,
éstas eran descartadas. Dicha circunstancia no pasó
al olvido. Las mujeres, al rescatarlas, decidieron adornar las
puertas de las casas. Se le dio el nombre de bola espiritual, ya
que tenía como finalidad la de ahuyentar el mal de ojo.
"Se explicó que su especial valor
residía en su reflexión circular que hacía
que el mal de ojo se viera reflejado en ellas cuando se intentaba
introducir en las casas, lo cual resultaba intolerable" (Morris,
1993: 121-122).

Las esferas, para la tradición cristiana,
simbolizan las oraciones que hacemos durante el periodo de
adviento: las azules son de arrepentimiento, las plateadas de
agradecimiento, las doradas de alabanza y las rojas de
petición.

Se acostumbra poner una estrella en la punta del pino,
que simboliza la fe, y se colocan adornos de diversas figuras,
representando las buenas acciones y
sacrificios, los "regalos"" que le daremos a Jesús en la
Navidad.

El juego de luces intermitentes es otro de los elementos
decorativos. En un comienzo se habían utilizado velas.
Según la antigua tradición pagana, se celebraba el
nacimiento del dios sol en el Año Nuevo. La Iglesia, al
transformar esta creencia, dijo que como "Cristo era la luz del
mundo", la brillante luz de la vela simboliza la Estrella de
Belén.

EL
AGUINALDO

El aguinaldo representa una costumbre generalizada en
toda Europa cristianizada, extendiéndose a los
demás países, cuyo origen puede remontarse a las
antiguas costumbres del solsticio de invierno y el comienzo del
año en todas las culturas de la
antigüedad.

Tradicionalmente en España, han sido los servidores
públicos y privados, quienes al felicitar por la Navidad a
los beneficiarios de su labor, se le solicitaba una
pequeña retribución económica o material.
Por extensión, los hijos pedían el aguinaldo a sus
padres y vecinos para época de Navidad o Reyes.

En la actualidad, no sólo perdura esta costumbre
de antaño, sino que ha sido oficializada mediante leyes laborales
para favorecer a todos los trabajadores.

Otras vías para llegar al aguinaldo se encuentran
en las llamadas rifas y las cestas navideñas.

Las rifas navideñas son un recurso del azar, una
afición lúdica que en nuestra cultura no se ha
dejado de practicar desde la celebración de las Saturnales
Romanas.

Las cestas navideñas son una fastuosa vianda
indispensable para las épocas festivas: turrones, frutas
secas, conservas, vino, champagne, café,
embutidos, jamón y, entre ellos, una caja de puros
habanos. Refleja una vieja costumbre conocida como la
Sportola
de los antiguos romanos, que llega hasta nuestros
días. De un modo involuntario, se lo relacionó con
la crisis
económica. En la década de los años
´60 del siglo xx, en vez de que se llenaran las canastas
con estas dádivas, se las ofrecía a las personas
carenciadas como "obsequios de Navidad". La cesta es, sin duda,
la reina de los aguinaldos.

LOTERÍA DE
NAVIDAD

Existe una costumbre muy generalizada de vincular una
celebración religiosa con elementos sociales,
principalmente, en lo referente al juego.

En alguna medida, la lotería de Navidad ha
acabado por constituirse en el centro de gravedad del
significado básico, propiciatorio y esperanzador, de los
ritos asociados al solsticio de invierno. Al mismo tiempo que
nuestra sociedad urbana fue elevando el uso del dinero a la
categoría de instrumento básico y todopoderoso
para la supervivencia, fue variando también el sentido
de los cultos agrarios propiciatorios dirigidos hacia el divino
Sol –fuente del renacimiento anual de la vida que
posibilita la pervivencia humana– o elevados hacia los
mitos
religiosos que de él se derivaron, hasta desviar la
atención y el deseo hacia otras cosechas,
como la del dinero abundante y salvífico que mana del
cielo en forma de premio de la lotería
(Rodríguez, 1997: 295-296).

La lotería proviene de antiguas costumbres de las
fiestas saturnales, como los juegos de suerte que
consistían en realizar un sorteo. Se seleccionaba una
varilla de un conjunto que tenían inscripciones acerca del
futuro; un niño la extraía del cofre y se la daba
al peticionante quien, luego de leer el texto sagrado,
interpretaba su mensaje.

Este sistema fue
teniendo una amplia difusión, principalmente, para los
cargos públicos y, en el siglo xv, fueron cambiados los
textos por números, llegando así a la
clásica "lotería de números", en el cual se
hacía un sorteo público y se controlaban los
cartones que habían sido repartidos, idea que se
inspiró de los boletos de rifas del siglo xiii.

Es una costumbre mencionar al premio mayor de la
lotería de Navidad como Gordo. La imagen del llamado
"fanático por la lotería" o "Enano afortunado",
es

una estrafalaria y rechoncha figura humana repleta de
números y bolas de sorteo que, desde finales del siglo
xviii hasta mediados del siglo xix, figuró impresa en
casi todo cuanto tenía que ver con la lotería,
convirtiéndose en una especie de amuleto favorecedor de
la suerte que animaba a la gente a jugar, a intentar realizar
sus sueños a través de los premios de la
lotería. A quien le tocaba compartir la suerte de ese
gordo afortunado se le arreglaba la vida (o casi); tal como
viene sucediendo hasta hoy (Rodríguez, 1997:
303).

El primer sorteo celebrado en Navidad tuvo lugar en
Cádiz, el 18 de diciembre de 1812. El billete se
vendió en 10 pesetas y repartió 40.000, una cifra
extraordinaria para la época.

La primera vez que apareció la
denominación "Sorteo de Navidad", que sustituyó a
la leyenda habitual de "Prósperos de premios", fue en el
sorteo del 23 de diciembre de 1892, y no figuró impresa en
los billetes hasta la Navidad de 1837.

A partir de entonces, el sorteo de Navidad pasó a
ser una institución popular de gran éxito,
que se extendió a otras celebraciones: Año Nuevo y
Reyes. En Argentina, este ritual se celebra a partir de la
década de los años ´60 del siglo
xx.

Cada año se renueva la esperanza, de un futuro
generoso y próspero, la puerta de acceso al mundo
mágico de la suerte.

LA LITERATURA

Los aportes de la literatura han sido
fundamentales. Con la recreación
de mitos y leyendas, se pudo lograr su conformación
simbólica en un amplio contexto cultural.

Otras obras literarias como la novela de
Charles Dickens, Canción de Navidad, y el poema de
Clement Moore son claros exponentes, enriqueciendo su significado
con los distintos elementos claves.

A esta lista de obras clásicas, la literatura
ofrece otros ejemplos como los cuentos de
Pilar Alberdi, El año en que Mamá Noel
repartió los regalos para Navidad
; Hans C. Andersen,
La niña de los fósforos; Luis
Martínez Wolf, Barloventeando. La muerte de Santa
Claus
, Cirio Alegría, Navidad en los Andes,
entre otros.

De este modo, la literatura continúa brindando
distintos textos que recrean el espíritu navideño,
en lo que no pueden estar ausentes la magia y el renovado mensaje
de paz.

NAVIDAD.COM

Los avances
tecnológicos no pudieron estar ausentes en la fiesta
más celebrada por todas las culturas del planeta, que
reside en razones profundas: una esencia religiosa, social y
espiritual. En Internet es posible
reconstruirla gracias a la ayuda de múltiples
páginas que proliferan en la web, que recrean
las leyendas de Papá Noel y los Reyes Magos, se cuentan
historias de cómo se celebra la Navidad en distintos
países del mundo, así como también hay
páginas de distintas culturas reconocidas como grupos
"anti–Navidad" por motivos varios: algunos tienen un buen
bagaje de explicaciones racionales y argumentos
históricos; otros reniegan del espíritu consumista
que marca a la
celebración por estos días, y se oponen por puro
ejercicio de contradecir a la mayoría o son
lunáticos sin cura.

También hay una serie dedicada al público
infantil para que los niños escriban a Papá Noel o
a los Reyes Magos, o bien, participen de juegos interactivos:
seguir la ruta de los Reyes Magos hasta el Portal de
Belén; se saquen una foto con los Reyes Magos o
Papá Noel utilizando los recursos del
escáner, o recrear su imagen a modo de
caricatura, y luego puedan imprimirlas.

Como se podrá observar, la tecnología no deja de
sorprendernos, siendo un elemento de comunicación que estrecha lazos de amistad con
personas de distintos lugares del planeta, ya que se pueden
enviar tarjetas postales con
mensajes predefinidos o una salutación personal,
mediante el correo
electrónico.

-IV-

LA
SIMBOLOGÍA NOEL

Dos figuras centrales son veneradas por la
tradición, como portadora de buenas intenciones:
Papá y Mamá Noel.

PAPÁ
NOEL

Los chicos esperan con ansiedad la llegada de
Papá Noel. Se sabe que él convertirá las
ilusiones en un regalo.

De una antigua manera de representar al invierno, con la
imagen de un viejo, nació Papá Noel. Una teoría
acerca de su origen señala que Papá Noel es una
derivación del dios Saturno. Igualmente, cada cultura lo
ha teñido con una imagen particular:

En Alemania, el Viejito Pascuero se ha mezclado con el
Weihnachtsmann. El Viejito Pascuero es un alma feliz, en cambio
el Weihnachtsmann está irritado de andar cargando sus
baúles de regalos. Además, lo acompaña un
hombre oscuro que a veces lo persigue y golpea con un
bastón; a este personaje se le reconoce por varios
nombres, entre ellos, Hans Muff, Knecht Rupprecht and Butz, y
se le representa con un oscuro rostro de animal (Frías,
1986-a: s/n).

La figura de Papá Noel, para nuestra
tradición, se fusionó a la San Nicolás o
Santa Claus, cuyos nombres también fueron muy
populares.

San Nicolás fue un Obispo que tenía por
costumbre hacer regalos a los niños pobres. Su festividad
era el 6 de diciembre, día de su fallecimiento. La
Iglesia, al aceptar esta celebración, en el siglo iv, la
traslada al día de Navidad. Existen varias leyendas que
recrean la vida del santo.

En cierta ocasión, el jefe de la guardia romana
de aquella época, llamado Marco, quería vender como
esclavo a un niño muy pequeño llamado
Adrián, y Nicolás se lo impidió. En otra
ocasión, Marco quería apoderarse de unas jovencitas
si su padre no le pagaba una deuda. Nicolás se
enteró del problema y decidió ayudarlas.
Tomó tres sacos llenos de oro y en la
Noche de Navidad, en plena oscuridad, llegó hasta la casa
y arrojó los sacos por la chimenea, salvando así a
las muchachas.

Marco, quien quería acabar con la fe cristiana,
mandó quemar todas las iglesias y encarcelar a todos los
cristianos que no quisieran renegar de su fe. Así fue como
Nicolás fue capturado y encarcelado. Cuando el emperador
Constantino se convirtió y mando liberar a todos los
cristianos, Nicolás había envejecido. Cuando
salió de la cárcel, tenía la barba crecida y
blanca, y llevaba sus ropajes rojos que lo distinguían
como obispo; sin embargo, los largos años de cárcel
no lograron quitarle su bondad y buen humor.

Los cristianos de Alemania tomaron la historia de los tres sacos
de oro echados por la chimenea el día de Navidad y la
imagen de Nicolás al salir de la cárcel, para
entretejer la historia de Santa Claus. A fines del siglo xix y
principios del
xx, la costumbre del San Nicolás reinventado en Nueva
York, se fue extendiendo por casi toda Europa. El Nombre de Santa
Claus viene de la evolución paulatina del nombre de San
Nicolás: St. Nicklauss, St. Nick, St. Klauss, Santa Claus,
Santa Clos. Fundó sus bases en Gran Bretaña como
Father Christmas o Padre Navidad, y de ahí pasaría
a Francia bajo
el nombre de Père Noël o Papa Navidad, del cual
derivaría Papá Noel, como se lo conoce en
España, Argentina y gran parte de América
latina.

La imagen que se conoce actualmente de Santa Claus fue
dibujada por primera vez en 1863 por Thomas Nast, quien
publicó sus ilustraciones en la revista
Harper’s, de entre 1860 a 1880. Nast
añadió detalles: su taller en el polo norte con
muchos duendes que lo ayudan a fabricar todos los regalos que le
piden los niños por medio de cartas, y su
vigilancia sobre ellos, buenos y malos, de todo el mundo.
Él le dio el color rojo y su vestuario de
pieles.

Pero finalmente, fue la Coca-Cola la
que le dio su actual aspecto en 1931. Para la campaña
publicitaria de la Navidad de ese año, la Coca-Cola le
encargo a Habdon Sundblom que remodelara el Santa Claus de Nast,
un viejito un poco más alto que un duende, pero con
idénticas características. Él creó un
Santa Claus más alto, todavía más
gordinflón, aunque más simpático, con un
rostro bonachón, con una agradable sonrisa y su
clásico "jo, jo, jo", de ojos pícaros, chispeantes
y amigables, con pelo cano y luenga barba y bigote,
también blancos, sedosos y agradables. La vestimenta
mantuvo los colores rojo y blanco, que son los de la
compañía, pero su traje se hizo más lujoso y
atractivo: un pijama con un gorro de dormir, botas y
cinturón.

Otras alusiones a su figura mítica se encuentran
en el poema de Clement Moore, Una visita de San
Nicolás,
escrito en 1822. Papá Noel entra por
la chimenea y esta alusión se amalgama de antiguas
tradiciones, principalmente, las que tiene su origen en
Finlandia. El poema contiene dos importantes claves: por un lado,
se escuchan los renos en el techo y, por el otro, de un solo
salto se arroja por la chimenea. También, se traslada en
un trineo tirado por ocho renos. La idea de los ocho renos,
surgió de una antigua leyenda del dios Odín, quien
montaba un caballo de ocho patas llamado Sleipnir,
vistiendo una amplia capa y sombrero, cuando visitaba a su gente,
y repartía los premios y castigos a que se habían
hecho acreedores. A partir de esta alusión, quizás,
se pueda argumentar que Odín fuera el precursor de la
figura de Papá Noel–Santa Claus. Los renos tienen
nombres singulares: Pompón, Vondín,
Danzarín, Lindo, Veloz, Listo, Cometa y Rodolfo.
Además, se le proveyó de una bolsa mágica en
donde entraban todos los juguetes.

Cuando se publicó el poema, el 23 de diciembre de
1823, de inmediato se hizo popular y, a partir de entonces, se
cambió por completo la imagen de Papá Noel; nunca
más vendría a caballo, sino con un trineo tirado
por ocho renos que volaba por los aires; ya no golpearía
las puertas para dejar sus obsequios, sino que ingresaría
por la chimenea.

A su vez, podemos citar la versión historietista
de Michael G. Ploog, Santa Claus. La leyenda de Papá
Noel,
quien recrea una versión de la obra de L. Frank
Baum, cuyo argumento está basado en el hecho en que Santa
Claus ha enfermado y sus amigos del bosque lo llevan ante el Rey
Gnomo para que lo salve. Deben convencerlo para que le otorgue el
don de la vida y el de la inmortalidad.

Como dato ilustrativo se puede mencionar que Robert L.
May, en 1939, fue quien dibujó por primera vez a Rodolfo
para un aviso publicitario y, en 1949, Johny Marks compuso la
canción Rodolfo, el Reno de la roja nariz, que
fuera grabada por Gene Autry y Bing Crosby.

Como corolario, podemos remarcar la opinión de
Pepe Rodríguez, que hace alusión a la
laicalización de Santa Claus, que

no sólo fue indispensable para permitir su
supervivencia y expansión, sino que fue la razón
que le catapultó como símbolo universal dentro de
una sociedad industrial que, aunque consumista insolidaria y
egoísta, gusta soñar con los valores
tradicionales de la Navidad. Santa Claus permite participar del
"espíritu de la Navidad" sin ponernos ante disyuntivas
ético–religiosas ni, menos aún, hacernos
entrar en contradicción con lo que somos o hacemos
durante el resto del año (1997: 118).

MAMÁ
NOEL

Recientemente se ha incorporado la presencia
carismática de Mamá Noel, que junto a la de
Papá Noel, han enriquecido la Navidad. Viste con un
atuendo rojo y blanco, usa anteojos y se la puede asociar con la
imagen de un ama de casa.

Se pueden mencionar dos antecedentes de Mamá
Noel: en Italia, los
niños

reciben regalos de una bruja llamada La Befana, a
veces la señora del Viejito Pascuero. De acuerdo con la
leyenda, los Reyes Magos le pidieron a La Befana que los
acompañara en el viaje que guiaba la estrella hasta
Belén, pero ella no los quiso acompañar
pretextando que tenía demasiado que hacer en su casa.
Los niños italianos, en la actualidad, creen que La
Befana regresa todos los años para Navidad y recorre
casa por casa, dejando regalos, en busca del Niño Dios
(Frías, 1986-a: s/n).

En Austria se tiene la creencia que "una mujer llamada
Berchte, en la noche de Navidad, busca a los niños malos
para cortarles el vientre con un cuchillo" (Frías, 1986-a:
s/n). De esta creencia se presume el origen de la receta de
cocina: "niños envueltos".

EL SIGNIFICADO DEL
SÍMBOLO

Desde un punto de vista psicoanalítico, se han
incorporado a esta leyenda los elementos masculino y femenino,
enriqueciendo las imágenes míticas. Carl G. Jung,
en su teoría de los "arquetipos", señala al
elemento masculino como "ánimus" y al elemento femenino,
"ánima".

El ánimus es generador "de juicios y opiniones.
Cumple el rol de constante crítica
y normativa. Posee una orientación lógica
y objetiva" (Grecco, 1995: 46). Como "padre", establece en su
simbología que representa a los "elementos aire y fuego.
También cielo, luz, rayos, y el origen" (Cirlot, 1992:
347).

El ánima, representada en esta caso por una
anciana, cumple la función de ser "generadora de estados
de ánimo. Es la fuente de creatividad y
de la intuición" (Grecco, 1995: 46). Como madre, indica
que es un "símbolo del inconsciente colectivo del lado
izquierdo y nocturno de la existencia, la fuente del agua de la
vida" (Cirlot, 1992: 291).

-V-

RITUALES
RELIGIOSOS

Para el Cristianismo, existen, además, otros
rituales de la propia religiosidad: el pesebre, la Misa de Gallo,
los Villancicos, y los Cantos Gregorianos.

EL
PESEBRE

El pesebre es el único elemento enteramente
cristiano de la Navidad. San Francisco de Asís fue quien
lo incorporó en 1224, organizando la primera
representación y, más tarde, se difundió en
los monasterios y conventos de Europa.

Según el relato de San Buenaventura, el primer
pesebre tenía un suelo cubierto
con heno, y allí podía verse un buey, un burro y
los personajes bíblicos. En el Renacimiento,
esta representación se caracterizó, entre otras
cosas, por las artes visuales y detalles ambientales. Pero en el
Barroco del
siglo xvii, especialmente en las regiones de Sicilia y
Nápoles, tuvo el máximo esplendor.

En cuanto a las clases de pesebres, existen dos tipos:
la primera configura una teatralización del pesebre
viviente, y la restante, una representación en miniatura
del nacimiento, confeccionada por artesanos, en una suerte de
maqueta. Al principio, eran de madera con
imágenes de yeso. Hoy se pueden adquirir en el mercado pesebres
de diversos tamaños y con distintos elementos: cristal de
roca, de plástico, etcétera.

LA ESTRELLA DE
BELÉN

El relato de Mateo (2,1-12) es el único
testimonio que se relaciona con la estrella de Navidad. Si nos
atenemos a la tradición, todos los nacimientos de los
dioses solares también tuvieron como señal la
estrella que brillaba en el firmamento, anunciando la calidad
sobrenatural del recién nacido. Numerosos ejemplos se
pueden aportar como el nacimiento de Osiris, Buda, Krisna, entre
otros.

Resulta obvio pensar que la inclusión de la
estrella en el relato se debiera a esta fuerte influencia, pero
también se cree posible que en esta época haya
ocurrido un fenómeno astronómico
inusual.

Hay, sin embargo, muchas hipótesis: algunos opinan que la luz
brillante es la de Venus, otros que son el cometa Halley o una
supernova que había explotado y que su luz podía
verse incluso de día. Pero la opinión más
acertada es la Kepler que data de 1646:

[…] la estrella de los magos no fue otra cosa
que la rara triple conjunción de la Tierra con los
planetas
Júpiter y Saturno, estando el Sol pasando por Piscis. En
esta conjuntio magna los planetas aparecen en el mismo grado de
longitud, de modo que a ojos de un observador terrestre se
presentan como una sola estrella muy brillante
(Rodríguez, 1997: 45).

Lo que Kepler atribuye a esta conjunción es que
se produjo en el año 7 ac y esto concuerda aproximadamente
con la fecha otorgada por la Iglesia, año 6 ac.

Pero este fenómeno no pudo marcar un camino, ni
se detuvo en Belén, ni pasó rozando las palmeras,
lo cual se contradice con el relato de Mateo. En este caso, lo
que se puede establecer es que el relato mítico impresiona
sobremanera y recalca el suceso para que no pase inadvertido y
tome carácter sobrenatural.

La "estrella de Belén" contiene un simbolismo muy
particular. Iluminaba

tres puntos que señalan la revelación de
Zoroastro en el Irán primitivo; el encuentro de los
Magos en Babilonia, con la figura imponente del profeta Daniel,
la visión sublime y terrorífica del Sol de
Osiris, anunciando el fin de las monarquías absolutas de
Oriente y el advenimiento de Cristo. Estos tres acontecimientos
caracterizan tres etapas del verbo solar (Schuré, 1995:
170).

La estrella más representativa de la
decoración de la Navidad es la de cinco puntas, pero sin
cola de cometa, que simboliza el microcosmo humano.
También se lo puede asociar con

los cinco sentidos corporales, pero su número
encarna también la convergencia del principio masculino
y femenino –simbolizados por el 3 y el 2,
respectivamente– en una unión fecunda (el 5 es
signo de unión, armonía y equilibro; representa
también la hierogamia, el enlace nupcial entre el
principio generador celeste el 3, y el principio terrestre
materno, el 2), implicando matrimonio,
felicidad y realización (Rodríguez, 1997:
185).

Dispuesta la estrella hacia arriba, anima y representa a
la magia teurgia o magia blanca, e invirtiéndola la goecia
o magia negra.

La menos frecuente son las estrellas de seis y ocho
puntas: la de seis vértices es conocida como la "estrella
de David", símbolo del judaísmo, que "representa la
unión total y perfecta entre el espíritu puro y la
materia, entre
lo activo o masculino y lo pasivo o femenino, entre lo celeste y
lo terrestre" (Rodríguez, 1997: 184). La de ocho puntas
suele aparecer en algunas ilustraciones, principalmente en las
pinturas anteriores al siglo xix.

El número ocho representa el equilibrio
cósmico y, la forma octogonal, según uno de sus
significados más antiguos, simboliza la vida eterna y la
resurrección, un mensaje que se ajusta perfectamente a
la esperanza que los cristianos celebran con el nacimiento del
"niño divino" y que proclaman anunciada desde la propia
estrella (que cumple así con la antigua función
de los astros de ser pregoneros de inminentes sucesos
prodigiosos) (Rodríguez, 1997: 185).

LA VIRGEN, EL
NIÑO Y JOSÉ

La imagen de la Virgen
María con el "niño divino" recostado en el
pesebre, representa a una de las alegorías más
importantes del culto solsticial.

Pepe Rodríguez señala que

en el solsticio de invierno –Navidad–, los
sacerdotes de Isis, vestidos con sobrepelliz blanca y con la
cabeza tonsurada, sacaban del santuario la imagen de Horus, en
forma de niño recién nacido, para exponerla a la
adoración pública de las masas y pasarla en
procesión. El divino niño Horus, venido al mundo
para traer la felicidad, era representado como un bebé
de cabello dorado que tenía un dedo en la boca y el
disco solar –origen del nimbo cristiano– sobre su
cabeza. La imagen más corriente la representaba en
brazos de su madre Virgen (Rodríguez, 1997:
33).

Este ejemplo es lo suficientemente elocuente para
ilustrar la iconografía del nacimiento de Jesús de
Nazaret, cuyas reproducciones siempre fueron fieles a estos
modelos
culturales.

También en la antigüedad precristiana, fue
un hecho común, aceptado y extendido, que los grandes
personajes divinos y reyes gozaban del privilegio de ser
concebidos por una madre virgen. El mismo caso ocurre con
María (Lucas 1,18-25), que estando desposada de
José, antes de que convivieran se halló de haber
concebida por el Espíritu Santo; situación que ya
había sido profetizada por Isaías muchos siglos
antes, incluso proclamó el nombre de Emanuel, es decir,
"Dios con nosotros".

Jesús es la manifestación del "niño
divino". Representa "lo extraordinario en lo ordinario, lo
sobrenatural encarnado en lo natural y lo divino hecho carne en
el ser humano" (Naranjo, 1994: 48). De este modo, el niño
es un ser humano dotado de cualidades especiales que pueden
atribuirse a la divinidad, que en sus valores
intrínsecos (estéticos, humanos y religiosos), en
su mítico más allá, emanan de los seres y
cosas de este mundo.

La visión del "niño divino", para la
Iglesia, representa el milagro, la promesa que Dios a enviado a
su único hijo a fin de que, por medio de él, los
hombres fueran restituidos a su verdadera humanidad. No
sólo puede interpretarse como

una "venida" […] sino también un
"acceso" del hombre a una Realidad trascendente que le ofrece
la "divinización" con la felicidad eterna. Dios se
revela en todo su misterio por amor. La propuesta más
fundamental de la fe cristiana es que "Dios es amor",
"sólo el Amor es
digno de fe y sólo la fe digna de amor". Es el Amor
mismo el que se nos manifiesta. Este es el misterio de Dios
[…] (Camarero Benito, 1997: 60-61).

José, el carpintero, fue uno de los hombres
más injustamente tratados por la
historia cristiana. En las primitivas representaciones,
aparecía como un hombre joven, fuerte y sin barba, pero
como consecuencia del inicio del culto a María instaurado
en el Concilio de Efeso (343) por Cirilo de Alejandría, la
figura del carpintero fue postergada y relegada al papel de
encargado de aprovisionar de alimento a la familia. Junto a este
proceso
también se lo hizo envejecer hasta la senectud, de forma
que, siendo ya nulo su vigor, no fuese obstáculo ni sombra
de sospecha que impidiese proclamar la virginidad perpetua de
María.

Surge un simbolismo muy arraigado: la imagen de
María, el niño Jesús y José
representa a la Sagrada Familia.

LOS
PASTORES

En el relato de Lucas (2,8-14), se menciona la presencia
de pastores en el portal de Belén, que fueron a adorar al
niño recién nacido. Si bien existe la incongruencia
de esta participación, por ser una época
fría y lluviosa, también es cierto que existen
contrariedades entre los relatos de Mateo y Lucas (puede deberse
a que escribieron sus evangelios en tierras distintas), porque
están recreadas de leyendas diferentes. "Mateo
tiñó de orientalismo el nacimiento de Jesús,
mientras que Lucas se adaptó a tradiciones míticas
que eran más creíbles en la capital del Imperio"
(Rodríguez, 1997: 39).

La narración de Lucas es la que dio origen al
Belén navideño que se recrea actualmente, y que
tiene características similares a los nacimientos de Buda,
Krisna y Confucio desarrollados entre los pueblos agrarios, en la
sagrada ceremonia de la siembra.

El relato de Lucas concuerda con los mitos de las
culturas agrarias acerca de los nacimientos
prodigiosos.

Tras muchos tanteos, la Iglesia, al situar la fiesta
de la Navidad en el solsticio de invierno, creyó poder
conectar las alegrías de esta gran solemnidad con las
antiquísimas prácticas religiosas; remozando, con
cada retorno del Sol y en una universal solidaridad, la
alegría de los siglos pasados. Y es por eso por lo que,
cuando los cristianos entonan el himno de la Navidad, nadie
puede escucharlo sin sentir una profunda emoción. Parece
como si los viejos gritos paganos resucitasen de los siglos
pasados. Es la voz de nuestros hermanos, y también la de
millares de nuestros antepasados que se levantarían de
nuevo para unírseles a su coro cantado: ¡Navidad,
Navidad, nos ha nacido un dios, el joven Sol sonríe en
su cuna! (Rodríguez, 1997: 41).

Debido a que la Iglesia Católica se desarrolla en
contextos urbanos, pero asentadas en culturas agrarias,
acentuó la importancia de los pastores, y mantuvo su
participación litúrgica en el portal,
acompañando la escena con un coro de ángeles y una
señal luminosa en el cielo.

LOS REYES
MAGOS

En cuanto a la figura de los Magos, existen distintas
versiones. La Biblia menciona la visita de los Magos de Oriente
(San Mateo, 2–2) sin hacer alusión a su
número, y la Iglesia, en el siglo i, lo relaciona como
hombres poderosos y sabios, posiblemente reyes de naciones al
oriente del Mediterráneo, hombres que por su cultura y
espiritualidad cultivaban su conocimiento
de hombre y de la naturaleza, esforzándose especialmente
por mantener un contacto con Dios.

La adoración de los Reyes Magos ha sido una de
las más celebradas por la iconografía religiosa
hasta el siglo xvii, en el que muestra una
importante evolución.

En un principio, tuvieron el carácter de magos y
su vestimenta eran tocados con el gorro frigio de los
sacerdotes–astrólogos del dios persa Mitra. Como la
astrología estaba prohibida, la Iglesia
consideró a sus figuras como de dudosa
reputación.

Quinto Septimio Florencio Tertuliano (c. 160-220) fue el
primero en hacer una afirmación oportuna: Nam et Magos
reges habuit fore Oriens
, esto es, "se ha sostenido que los
magos eran reyes de Oriente", apoyándose en un
versículo de los salmos (Sal 72,10), el cual se
tomó como otra profecía más.

Gracias a Orígenes y Tertuliano, la cristiandad
se encontró con tres reyes, que hacía referencia a
los presentes otorgados al niño Jesús, y se los
denominó "Reyes Magos". Luego se les cambió la
vestimenta: en lugar del gorro frigio se les colocó
coronas reales a la usanza latina.

Los nombres de Melchor, Gaspar y Baltazar fueron
incorporados a partir del siglo xiii, mediante un poema aparecido
en España: El auto de los Reyes Magos. Este poema
toma la denominación de "auto" por ser el primero en su
género,
anónimo y propio del teatro religioso
primitivo del medioevo, aparecido en lengua
romance. También, el Martirologio menciona a San Gaspar el
primero de Enero, San Melchor el día seis y San Baltasar
el once (Acta SS., I, 8, 323, 664). Los sirios tienen a
Larvandad, Hormisdas, Gushnasaph, etc.; los armenios Kagba,
Badadilma, etc. (Cf. Acta Sanctorum, May, I, 1780), entre
otros.

En un principio, los Reyes Magos eran de raza blanca,
pero a partir del siglo xvi, en todas las representaciones se le
adjudicó a Baltasar la raza negra. Las nuevas necesidades
ecuménicas

llevaron a implantar un simbolismo inédito,
identificando a los tres magos con los tres hijos de Noé
–Sem, Cam y Jafet– que, según el Antiguo
Testamento, representaban las tres partes del mundo y las tres
razas humanas que lo poblaban, según se creía en
esos días. De este modo, Melchor, el anciano de cabello
y barba canos, pasó a simbolizar a los herederos de
Jafet, eso es los europeos y ofreció al Niño
divino el noble oro; Gaspar, rubio y lampiño,
representaría a los semitas de Asia y su don
era el preciado incienso; Baltasar, negro y barbudo
personificaría a los hijos de Cam, los africanos,
participando en la adoración universal con su entrega de
mirra (Rodríguez, 1997: 55).

Dentro del camino del "niño divino", la figura de
los Magos, emisarios de Zoroastro, representa la
encarnación de lo sagrado en cada hombre y el rol del Mago
hace que se pueda cumplir con este camino en un "nivel
consciente". Los Magos utilizaron en su advenimiento los poderes
naturales representados en tres elementos, que simbolizan los
estados por los cuales debe transitar el maestro Jesús a
lo largo de su peregrinación como Salvador. El incienso
simboliza la purificación de las almas y el poder de
curación espiritual. La mirra, la iluminación que
es el estado
conectivo del creador y el maestro. El oro se lo encuentra
asociado con la "imagen de la luz solar y a la inteligencia
divina", es decir, con la Epifanía. Epifanía
significa "manifestación", porque Dios se había
revelado en la presencia de los "Magos".

También se ha identificado a los Reyes Magos como
representantes de la Santísima Trinidad, para lo cual, sus
obsequios representaban:

El oro provenía del Padre glorioso; la mirra
–usada como ungüento funerario desde la
Antigüedad y, por tanto, asociada con la muerte y
resurrección–, del Hijo; y el incienso
–elemento purificador esencial en todo ritual–, del
Espíritu Santo (Rodríguez, 1997: 57).

Los astrólogos modernos, basándose en que
la "Estrella de Belén" fuera la triple conjunción
de la Tierra con los planetas Júpiter y Saturno, estando
el sol pasando en Piscis, interpretan los presentes del siguiente
modo:

oro por el Sol (reyes), incienso por Júpiter
(religión, dios supremo) y mirra por
Saturno (regente de la muerte), los tres planetas mayores del
stellium característicos del niño,
añadiendo que en astrología clásica,
Jesús sería un tipo Piscis muy claro (se
propagó el símbolo a comienzos del Cristianismo),
pues el stellium está en el Signo
(Rodríguez, 1997: 57).

Los Magos escucharon en sueños que no volviesen a
Herodes y "volvieron a su país por otro camino" (Mt 2,12).
Ese camino pudo haber sido por el Jordán, de tal manera
que eludiese Jerusalén y Jericó; o un rodeo hacia
el sur a través de Berseba, al este del camino principal
(ahora la ruta de la Meca) en el territorio de Moab y allende el
Mar Muerto. Se dice que después de su retorno a su patria
los Magos fueron bautizados por Santo Tomás y trabajaron
mucho para la propagación de la fe en Cristo. Los magos,
ya como Sinus Presbyteri Orientes, se dedicación a la
evangelización hasta su muerte. Sus restos se localizaron
en Saba y se ordenó su traslado a Constantinopla. Otra
leyenda le atribuye que las reliquias de los Reyes Magos se
encontraban en la Iglesia de San Eustorgio. En 1164, Federico
Barbarroja saqueó Milán y el arzobispo Raynaud
Dassel, de Colonia, robó las reliquias y fueron
depositadas en un sarcófago de oro y plata, y en su honor,
en el siglo xiii, fue construida la Catedral dedicada a los "Tres
Reyes de Colonia".

La historia posterior es narrada por un escritor ariano,
no antes del siglo vi, cuya obra está impresa como Opus
imperfectum in Mattheum,
entre los escritos de San Juan
Crisóstomo (P. G. LVI, 644). Este autor admite que lo ha
descrito a partir del apócrifo Libro de Seth, y es
claramente legendario.

MISA DE
GALLO

La Misa de Gallo es considerada la de mayor importancia
porque

tiene lugar justo antes del amanecer y esto se debe a
que se atribuye al gallo el haber cacareado para anunciar su
nacimiento". Sin embargo, la misa de medianoche es la
más antigua costumbre y "obviamente le confiere su
nombre, ya que la palabra ‘Christmas’ (Navidad)
proviene del inglés antiguo (Cristes Maesse). Se celebra
desde el siglo v […] Tradicionalmente se celebraban tres
misas: una a medianoche, otra al cantar el gallo y una tercera
a plena luz del día (Morris, 1993: 64).

Las tres misas que señalan para esta fecha el
Misal de Gelasio y el Gregoriano, y éstas con un
martirologio especial y sublime, y con la dispensa, si fuera
necesaria, de la abstinencia, todavía hoy son guardadas.
Si bien Roma señala sólo tres Misas para la
Navidad, Ildefonso, un Obispo español en
el 845, alude a una triple Misa en Navidad: Pascua,
Pentecostés, y la Transfiguración. Estas Misas, de
la medianoche al alba,
están místicamente relacionadas con la distribución judía y cristiana, o al
triple "nacimiento" de Cristo: en la Eternidad, en el Tiempo, y
en el Alma. El Gloria era sólo entonado al principio de la
primera Misa de ese día. Los colores litúrgicos
variaban: negro, blanco y rojo.

LOS
VILLANCICOS

Los villancicos son cantos heredados de antiguas
costumbres paganas que representaban "los placeres de la carne",
más que a la Noche Santa. Se cantaban danzando en una
ronda. Pese a que en un principio estuvieron prohibidos, los
trovadores ambulaban de pueblo en pueblo y los cantaban, porque
la gente común amaba esas canciones.

Los primeros villancicos
que se conocen fueron compuestos por los evangelizadores en
el siglo v, con la finalidad de llevar la Buena Nueva a los
aldeanos y campesinos que no sabían leer. Sus letras,
escritas en lenguaje
popular, se referían al misterio de la encarnación
y estaban inspirados en la Liturgia de la Navidad, compuestos con
un tono sensible e ingenioso de los sentimientos de la Virgen
María y de los pastores ante el Nacimiento de Cristo. En
el siglo xiii, se extienden por todo el mundo junto con el
pesebre viviente de San Francisco de Asís.

El famoso Stabat Mater Speciosa es atribuido a
Jacopone Todi (1230–1306) y el Adeste Fideles data
del siglo xvii. Pero éstos cantos deben de haber existido
desde mucho tiempo antes de que fueran puesto por
escrito.

Partes: 1, 2, 3
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